Para escribir, hay que escribir y punto


Sí, para escribir, hay que escribir. No queda otra, y vaya una novedad.

Hoy me gradúo a mí misma después de dos años leyendo manuales de escritura, así que una sonrisa de lado para la orla, licenciada.

Es el día que por fin doy carpetazo a todos los decálogos, que los leí todos-todos, y manuales pocos deben de quedarme. Ya sé, eso mismo dije hace un año, se acabó tanta teoría, y volví a caer como una primavera. ¿Fue debilidad? Sí. Pero, más que nada, la propia inseguridad que me iba carcomiendo al ver lo poco que sabía y lo mucho que me quedaba por aprender.

Bueno, algo sí aprendí, un montón de trucos de corrector que no sé si me ahorrarán el servicio pero seguro que, de hacerlo, recibirá un borrador menos penoso.

Sobre cómo escribir mejor, lo que se dice escribir mejor, no sé si saqué algo en claro.

Es posible que tanto dogma acabara por envararme.

Por eso ahora es momento de olvidar todo para así aprenderlo de verdad.

Momento de ponerme a escribir.

¿Lo haré algo mejor?

Esperemos que sí, que tanto consejo no sea en balde…

Sobre cómo escribir, me queda claro lo que ya intuía: ponerse a diario, con furia y sin más. Y seguir leyendo sin ruido. Los dos consejos sensatos que entresaco de la maraña.

Las otras reglas, dichas con la boca chica, no todas las guardaré como fórmulas infalibles.

De ellas me quiero olvidar… de momento, para que no me intimiden tanto, pues necesito libertad de acción para crear ( o si no me meto a administrativa).

Y si lo que sale no gusta pues lo siento en el alma: es lo que hay.

Si demasiados adverbios, si personajes planos, si primeras líneas  que no enganchan, si no hay conflicto… ¿qué le vamos a hacer? No será un éxito, no me llamará nunca ningún editor, ni me leerán, pero no se acaba el mundo por eso.

Yo escribiré, igual, como malamente pueda.

9 respuestas a “Para escribir, hay que escribir y punto

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  1. Pues sí, hay que escribir y punto. a diario. De lo que sea. Ya vendrán las correcciones, ya se intenta mejorar después de que algo de aprendizajes haya quedado. No todos tenemos la fortuna de haber nacido genios… Además, suelen ser insoportables. Así que escribamos, como malamente se pueda. Si hay puerto a la vista, mejor que mejor, de todos modos dentro de cien años todos calvos (y todas también).

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  2. No sabes cómo me identifico con tu entrada. Los escritores del pasado podían ser o no famosos, pero los intríngulis respecto a sus horrores ortográficos quedaban entre la editorial y el susodicho. Ahora, con esto de las redes, salen un montón de maestros que con sus decálogos del buen escribir te “garantizan” el éxito si sigues sus consejos, o el fracaso si no lo haces. Por otro lado, están los que aseguran que una editorial les dijo que no les importaban los errores (imagino que ellos los corregirían), sino LA CEATIVIDAD, lo cual, pienso yo modestamente, sigue siendo lo más importante. Luego vienen los lectores, quienes influidos por ese entorno, te dejan comentarios como: me encantó la novela… que pena que le faltan guiones.
    Coincido en eso de… (más o menos)… ¡A escribir se ha dicho, y punto!
    Un abrazo.

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  3. Ay, sí, Adelfa, es que no se puede aguantar tanta presión. Tanto enredo. Mira, yo reconozco que tenía faltas y me fastidiaban, así que me puse a estudiar ortografía. Mejoré. También te diré que hubo manuales sobre corrección que me parecieron didácticos y me fueron útiles.
    Pero ya más no doy…
    Tu comentario me sugiere una reflexión sobre eso que comentas acerca de los lectores, sus peros y sus guiones. Será la próxima entrada y te la dedicaré.
    Un abrazo, y nosotras ¡a escribir!

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  4. Bah, Adelfa, ahora no sé si te envié el comentario o me lo merendé. De cualquier manera, mi próxima entrada te la dedico por sugerirme la reflexión. Un abrazo.

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  5. Enhorabuena, Laura 🙂 Es verdad que te has graduado, porque lo que comentas es un gran salto evolutivo. Ya me conoces y sabes lo que recomiendo: para saltarse las reglas, primero hay que conocerlas. Es bueno… no, IMPRESCINDIBLE, desaprender para avanzar. Antes no sabías que no sabías. Ahora ya sabes que no necesitabas saber. Me alegro de que, al menos un poco, hayas «desaprendido» conmigo. Es un orgullo para mí. Y aún te digo una cosa más: ¡ahora es cuando tienes verdadero potencial para tener éxito! Aunque creas justo lo contrario. Un afectuoso abrazo.

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  6. Hola, Gildardo,
    En la escuela primaria aprendemos a leer y a escribir, más o menos. En la secundaria nos mandan leer algo, nos hablan de escritores y de gramática.
    Todo eso no es suficiente a la hora de ponernos a escribir «en serio».
    En la universidad, hay quien se licencia en filología, en literatura, en traducción o en periodismo, adquiriendo una sólida formación que les permitirá manejar las herramientas de la escritura con destreza.
    Después, estamos los que vamos de por libre, agarrándonos a cualquier tabla de salvación con tal de poner orden y concierto a nuestras palabras. Es por ahí por donde nos topamos con esos talleres narrativos que prometen sacarnos del apuro.
    Soy de las que pienso que de todo se aprende algo; también, de los cursillos y manuales para mejorar nuestra escritura.
    Pero una cosa es mejorar y otra, muy distinta, aprender de verdad a escribir…
    Ojalá algún día existan escuelas verdaderamente capacitadas para enseñar el arte de escribir.
    De momento, nos tenemos que conformar con pillar trucos aquí y allá; leer mucho mucho; y escribir más y más.
    Un placer, tu visita.

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  7. En el ensayo «Sobre literatura» de Umberto Eco, el magistral autor reflexiona en el capítulo final (Cómo escribo) sobre las motivaciones que pueden llevar a una persona a escribir.

    EL ESCRITOR Y EL LECTOR
    Ahora bien, no quisiera que estas últimas afirmaciones animaran acto seguido otra, común a los malos escritores: que escribes sólo para ti mismo. Desconfíen de los que dicen eso, son unos narcisistas deshonestos y mendaces.

    Hay una sola cosa que uno escribe para uno mismo, y es la lista de la compra. Sirve para recordarte qué debes comprar, y cuando lo has comprado puedes destruirla porque no le sirve a nadie más. Todo lo demás que escribes lo escribes para decirle algo a alguien.

    A menudo me he preguntado: ¿escribiría todavía, hoy, si me dijeran que mañana una catástrofe cósmica destruirá el universo, de suerte que nadie podrá leer mañana lo que escribo hoy?

    [Ahora que te escribo yo estas líneas, he pensado que es mejor no decirte cómo respondió el italiano a esa pregunta, y que mejor busques tú el libro. Así, cuando encuentres las respuestas —la de Eco en su ensayo, y con la de él quizá la tuya— este comentario tendrá más sentido].

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  8. Ay, me dejas en ascuas…
    Ante la amenaza de un apocalipsis inminente yo tampoco escribiría: estaría muerta de miedo.
    No obstante, aunque el deseo de que alguien, algún día, lea lo que escribimos es obvio, se puede escribir sin pensar en el lector, esa entelequia.
    Me gusta eso de «El despacho del vagabundo». Un saludo, y gracias por tu sugerencia.

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