En tiempos de cólera libreros y editores anuncian sus catálogos. El encierro impuesto por el estado de alarma es tiempo de lectura y no desaprovechan la ocasión.
Al principio los lectores apoyan la medida, unos con clics, otros haciendo acopio de libros. Mejor prever que dar en loco. Todavía son días de incertidumbre cuando muchos sugerimos quedarse en casa y otros muchos resuelven desde las terrazas.
Mientras, los libreros brindan la posibilidad de hacer pedidos en línea, sin cobrar gastos de envío. Todavía estamos a tiempo de recibir nuestro paquete por correo postal.
El sector editorial está en crisis. A diario cierran pequeñas librerías. Parece que las previsiones del futuro inmediato no son halagüeñas. Entre otros acontecimientos se retrasa el Sant Jordi en Cataluña y la Feria Nacional del Libro en Madrid.
Confinados en sus casas los lectores promueven estrategias de fomento a la lectura manifestando que ellos se quedan en casa leyendo. ¿Hay algo mejor para pasar el rato que un buen libro? De a poco se organiza cierta resistencia libresca.
Todo parece indicar que al fin subirán las ventas… Quién sabe, hasta es posible que el sector remonte en medio de ese río revuelto, que se no cierren esas librerías de barrio.
Algunos escritores, aspirantes o reconocidos, regalamos lo nuestro a través de nuestras páginas, movidos por cierta generosidad hacia quienes les haya pillado el murciélago sin libros en la estantería.
Algo que llevo haciendo años como saben los seguidores de este blog. Me gusta pensar que cualquiera puede leer, tenga o no dineros para gastar en libros.
Algunas editoriales que cuentan con versiones digitales en sus catálogos ofrecen enlaces de descarga gratis. La iniciativa molesta a ciertos escritores, editores y libreros, quienes la califican de falso desinterés, promoción encubierta y oportunista.
A otros regalar lectura en tiempos difíciles nos parece bien.
Opino que:
Entretanto cierran los comercios que no son de primera necesidad, a criterio del gobierno (parece ser que en Alemania sí han considerado los libros y otros productos culturales como artículos básicos, pero aquí no). Las librerías insisten en seguir haciendo envíos de ejemplares en stock, solicitados en línea.
Yo, si no fuera persona de riesgo, pediría no uno sino varios libros, a cualquiera de esas fabulosas librerías que te los envían a casa, embalados con primor. Pero enseguida caigo en la cuenta de que hacer un pedido de libros de papel es arriesgarme y arriesgar a esas personas que intervienen en la cadena del reparto, desde el librero hasta el cartero. Por tanto me abstengo.
(También es verdad que llevo años leyendo en digital, comprando ebooks y sacando en préstamo del eBiblio, así que no tiene sentido olfatear libros nuevos ahora).
Las librerías se rinden a la evidencia: deben cerrar y no comprometer a los demás.
Hay pataleta y es comprensible, ya se sabe cómo se las gastan los gigantes…
¿Libros de Amazon? No debería tirar piedras contra mi uralita. En mi descargo, en el de tantos y tantos indies, debo advertir que todos mis libros (excepto mi primer novela, «Callejón con salida») se pueden descargar en digital desde Kindle y desde Kobo, libres por tanto de restos de COVID -19 y otros bichitos (orgánicos).
Por si todavía no abriste tu regalo, aquí te va. (Es archivo pdf para leer en cualquier dispositivo, aunque preferible lector electrónico si tienes. Basta con conectar ereader con pc o tablet, y descargar archivo).
Para una experiencia lectora más agradable, lo tienes en formato epub aquí por menos de 3 €. En Kobo, donde también están mis otros libros. Kindle los ofrece en versión mobi.
Mi labor de fomento a la lectura se ha visto recompensada estos días desde que convertí a mi madre en lectora. Ahora está con el diario de Anna Frank. Ahora ella es Anna Frank.
Sin ti no soy maga 
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