Escritores anónimos


Llevo tiempo debatiéndome con un dilema que me gustaría compartir —aunque tal vez no debiera—, un dilema que se me planteó antes de tomar en firme la decisión de empezar a escribir. Era, por entonces, una especie de interrogante que me rondaba, pero que yo descartaba a escape pensando que no era el momento de plantearse esas cuestiones. Todavía no.

Ahora no sé bien si es o no el momento, pero como quiera que sigue acechándome lo comparto, a ver si hay por ahí alguien a quien también le pasa (y quiera pronunciarse).

Bien, volvamos al principio, escribes una novela (unos relatos, unos poemas, un ensayo, o lo que sea) siendo —fuera de tu entorno— una absoluta desconocida. Como toca vender el libro (que aparece con tu nombre; pongamos, no has usado pseudónimo), te lanzas a las redes como si no hubiera pasado mañana, ni día después. Antes, abres tus cuentas de Twitter, Google +, Facebook, y demás, y también un blog, como este mismo que estás leyendo. Hasta ahí, lo habitual en esos casos.

Peeero, pronto comprendes dos cosas: la primera, que no eres nadie, pero nadie de nadie; la segunda, que sigues siendo tú, con tu nombre y apellido, tu dirección de correo, tu careto en la foto, tus amigos y tus conocidos, tus fobias y tus filias. Tú y tus circunstancias.

Lo sensato sería intentar que esa identidad tuya traspasara los límites del anonimato, por no decir ninguneo, que intuyes un tanto infranqueables. Está bien, lo intentas, para eso andas por ahí, ¿no? Así que empleas buenas energías en promocionarte, como puedes. De a poco, vas saliendo del cascarón. Muy despacio y sin aspavientos.

Hay días chulos, sientes que conectas. Hay días chungos, sientes que desconectas. Vas haciendo… Vas tirando… Sigues escribiendo, aparte. Segunda novela, o lo que sea. Más y más entradas en tu blog. Nuevos contactos. Pasan los días, hasta los años, y tú sigues, cual hormiga obsesionada.

El caso es que empiezas a sentir que lo que de verdad te gustaría escribir —y no escribes— es una historia y que no te apetece para nada que nadie sepa que la has escrito tú (que sigues siendo nadie, es igual, pero una nadie con amigos, conocidos y circunstancias personales). ¿Por qué querer esconderse así? Las razones para desear el anonimato pueden ser variopintas.

Antes, veamos cómo se define el anonimato en la página de Apertura radical:

El anonimato se puede definir como actuar o comunicarse sin usar o presentar el nombre o identidad propios; o como actuar o comunicarse en una manera que protege la determinación del nombre o identidad propios, o usando un nombre asumido o inventado que no puede necesariamente asociarse con la identidad legal o habitual de uno.

En esta misma página, leemos que el anonimato puede ser fuerte o débil:

El anonimato puede ser concebido como un espectro, de fuerte a débil. El anonimato es fuerte cuando existen protecciones técnicas y legales que hacen que sea muy difícil desenmascarar la identidad de una persona anónima. El anonimato es débil cuando una persona anónima puede ser desenmascarada mediante métodos sencillos, tales como solicitudes gubernamentales al proveedor de servicio o buscando el nombre asumido en una base de datos existente.

Y se nos explica quién necesita del anonimato:

Todo aquel que no quiera que las cosas que dice estén conectadas a su identidad permanente tiene interés en el anonimato. Puede que estén preocupados por retribuciones políticas o económicas, acoso, o incluso amenazas a sus vidas, o pueden usar el anonimato como parte de su expresión o desarrollo personal. Algunos necesitan encubrir su identidad de la investigación informal de sus colegas. Otros necesitan protecciones más fuertes contra adversarios más determinados y bien financiados. Habrá quienes requerirán protección contra sus propios gobiernos. (…) Conforme maduran los individuos, puede que con el tiempo cambien sus nombres como una expresión de su religión, creencias, o como parte del desarrollo completo de su personalidad. Puede que busquen hacer esto para evitar discriminación, o para establecer un nombre que es más fácil de pronunciar o deletrear en una cultura dada. Otros necesitarán reconstruir sus vidas resguardados de opresión previa. Los sobrevivientes de abuso doméstico que necesitan protección de sus abusadores deben asegurarse de no dejar un rastro digital. Los individuos cuyos cónyuges o parejas trabajan para el gobierno o son muy bien conocidos podrían desear esconder aspectos de su propia vida, y a menudo se sienten más cómodos usando herramientas de anonimato. Los programas de protección de testigos y víctimas necesitan anonimato para operar de forma segura. Las profesiones que hacen posible la libertad de expresión usan el anonimato para proteger a sus clientes. Los bibliotecarios creen que los usuarios de las bibliotecas deben tener el derecho de leer de forma anónima —un requisito esencial para la libertad intelectual y la privacidad. Los editores han luchado para preservar el anonimato de sus clientes por considerar que ser conocido como lector de obras controvertidas puede crear un efecto inhibidor. El anonimato les permite a las fuentes de periodistas atreverse y hablar sin temor a represalias; los denunciantes reportan noticias que corporaciones y gobiernos preferirían suprimir. El anonimato también es esencial en el contexto de los derechos humanos. Los trabajadores de derechos humanos lo usan en su contienda contra las violaciones de derechos humanos; funciona como un escudo para aquellos que buscan desafiar poderes centralizados arraigados, o una mayoría intolerante.

Bien, si eso del anonimato te preocupa, alguna razón de peso tendrás, aun cuando no te sientas exactamente reflejada en los supuestos especificados por los Estándares Internacionales de los Derechos Humanos.

Vale, pues, sea cual sea la razón que te impulsa a protegerte tras el anonimato, toca inventarse un pseudónimo; será por nombres… Te decides por uno de tantos que has apuntado en una lista, y con él te rebautizas y hasta te echas agua por el cogote; será por agua…

Lo absurdo de la situación de este recién estrenado anonimato es que ya no puedes usar las redes, creadas bajo tu verdadera identidad, para hacerle un poco de publicidad al nuevo proyecto, ni siquiera vender el libro —que se supone no es tuyo— a tus amigos. Entonces, fuera de tu entorno ¿a quién?

Claro que siempre puedes volver a abrirte unas cuentas bajo esa nueva y supuesta identidad, y vuelta a empezar…

El asunto se complica si escribes autoficción, como es mi caso (aunque también es verdad que llevo tanto tiempo apartada del mundo que mi vida privada es casi tan secreta y misteriosa como la de un espía).

Suerte tengo de que, en mi caso de escritora desconocida, nadie se parará a aplicarle un análisis estilométrico a ese libro nuevo, firmado bajo pseudónimo. No, esas cosas solo les pasan a los escritores consagrados. Como ves, no todo es negativo en eso de ser un escritor anónimo, un estatus que tiene sus ventajas, solo que cuesta un poco verlas.

¿Y qué es eso de la estilometría? Por si no has oído hablar de ello, José López, en su blog de Humanidades digitales, te lo explica así:

La estilometría analiza ciertos rasgos del estilo del autor  y los utiliza para comparar dos o más textos. El punto de base de la estilometría es que el estilo es algo que nace en el subconsciente, y por esta razón, cada quien tiene su estilo propio.  Por otro lado, la estilometría es una forma de analizar textos a diferentes niveles. Algunas  de sus aplicaciones es determinar la autoría de una obra, la autenticidad, clasificación de textos, medición de frecuencia de palabras, identificación de lenguas. (…)

Cada texto tiene marcadores de estilo que hacen diferente o similar a cada texto a nivel de estilo. De esta forma, los marcadores lexicales de estilo sirven para determinar la autoría, entre otras cosa.  Los marcadores léxicos se dividen en dos: Riqueza del vocabulario y Frecuencia de las palabras de función.

Como ves, el vernos sometidos a tales análisis es un riesgo que, de momento, no corremos, nosotros, los anónimos…

Solo aquellos que ya hayan encontrado su voz propia y hayan definido su estilo pueden ver su anonimato comprometido a pesar de resguardarse detrás de un nombre falso, y sabemos que alcanzar ese grado de excelencia supone uno de nuestros retos.

Al optar por una nueva firma, resulta tentador, de paso, cambiarse de género. Porque ¿creéis que se lee igual a un autor masculino que a una autora femenina? Sinceramente pienso que no. Pienso que, como en otros muchos aspectos de la vida, la condición femenina no ayuda demasiado. No sé si vosotras opináis igual, cuál es vuestra experiencia; tampoco sé si a vosotros os está pareciendo que las escritoras van ganando «demasiado» terreno… Lo que es evidente es que entre los lectores hay más mujeres que hombres, y que los escritores siguen, paradógicamente, despertando mayor interés, al menos editorial, que las mujeres. (Pero esa es otra historia.)

Hecha esta reflexión (del montón, ya sé) lo más probable es que me ponga un nombre masculino, o quizás felino, o canino, dejando ese interrogante de género y especie en suspense, por ambiguo. Ya puesta, puedo hasta cambiar el color granate de mi pasaporte por otro… más exótico. Quitarme años. Cambiar mi pasado. Alterar mi presente. Diseñar otro futuro. Todo esto es muy tentador, ¿no creéis? Nadie podrá contradecirme, es mi persona, mi identidad, mi escritura… mi autoficción. Es una pequeña recompensa por escribir.

9 respuestas a “Escritores anónimos

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  1. Claro que intimida, Mabel. En otros oficios no «creativos» resulta más fácil obviarla, no así cuando la propia identidad es marca… Supongo que es uno de los peajes a pagar por hacer eso que nos gusta. Gracias por tan acertado comentario. Un abrazo.

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  2. Gran Blog, yo tengo mucho que decir, pero no se como expresarlo, o quizá me gustaría conocer a alguien con quien poder compartir y empezar a entender como hacerlo, un saludo afectuoso.

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  3. Hola, Carlos:

    Si sientes que tienes mucho que decir y te parece importante dejarlo por escrito, escribe sin más. Llevar un diario ayuda mucho a ordenar pensamientos y es un buen ejercicio de disciplina.
    El resto se va aprendiendo de a poco.
    Me alegra mucho tu visita. No dudes en contactarme por aquí siempre que quieras.
    Un abrazo también afectuoso para ti. Y gracias por tu valoración.

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  4. Un enorme placer recibir una respuesta de su parte, y si creo que empezaré por escribir algo, soy amante de la declamación y oratoria, y es bueno recibir un mensaje de toda una institución, espero poder aprender mucho de alguien con tanta trayectoria muchas gracias por responder un enorme placer

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  5. También puedes empezar grabando, Carlos. Al final, la palabra es la palabra, ¿no? Y ya luego, con tiempo y paciencia, transcribir las grabaciones. Cualquier duda o sugerencia, si de mi mano está ayudarte, no dudes en consultarme. Lo haré con mucho gusto. Un abrazo, compañero.

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  6. El gusto seria todo mío, me gustaría narrar la historia de alguien desde mi propia experiencia porque creo que así podré sacar tanto sentimiento reprimido que llevo dentro. excelente fin de semana.

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