Un diario, fiel compañero


Como escritora de autoficción me concentro casi cada día en escribir algo en mi diario. A veces una frase, otras lleno páginas con el último sueño, depende.

Empecé llevando un diario a los catorce años, al estilo Anna Franck (mi niña preferida; por cierto, somos nacidas el mismo día). Cada año compraba una libreta con tapas de cartón en la librería de Miguel de la Pola. Sin saberlo, ese hábito debió de hacerme más llevadera la adolescencia. Las quemé todas para prender la cocina de carbón de un piso lóbrego de la calle Oscura de Oviedo. Era una tarde tan fría y la estufa no quería prender. Menuda humareda armé… Alguna vez me dio por pensar:»¿qué escribiría yo en esos cuadernos, a esos años? (Sería tremendo volver a leerlo, suerte que lo quemé.)

Qué cosa tan curativa es escribir. Un diario, por prescripción facultativa, o ¿alguien duda de las propiedades terapéuticas de la escritura?

Este es el inicio de una serie de bodegones que titulo Mesas de escribana, con el deseo de publicar una diaria.

2 respuestas a “Un diario, fiel compañero

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  1. Yo también creo en las virtudes terapéuticas de la escritura. A mí, personalmente me ha ayudad a superar problemas personales. Le debo mi bienestar actual a la escritura. Un saludo.

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  2. Otro saludo para ti, Lidia, y gracias por tu testimonio. Cualquiera debería probar a escribir, antes de atiborrarse de antidepresivos o ansiolíticos. La escritura no tiene tantos efectos secundarios…

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